jueves, 13 de octubre de 2016

Una historia para empezar

Os voy a relatar la historia de Briana.
Briana era una chica joven, jovial, muy divertida y amigable. Tenía una buena familia y amigos que la querían y la adoraban por cómo era. Pero a Briana aún le faltaba algo que siempre anhelaba, el amor.
Soñaba siempre con encontrar a su otro yo, a un príncipe que la amara y cuidara como ella deseaba. Ese príncipe llegó hasta a ella, pero pasaron muchas cosas en su vida antes de encontrarlo.

Cap. 1 Una tarde en la calle.

Briana se encontraba sumergida en los libros de texto del instituto cuando, sin previo aviso, su vecina y amiga Jazmín la llamó a través de la ventana de la habitación de su hermano Anthony.

— ¡¡Briaaanaa!! —vociferó para asegurarse de que todos los miembros de la casa la oyeran.

Briana dejó su tarea y arrastró sus pies hasta la ventana.

— Hola. —saludó con una sonrisa.
— ¿Te sales a la calle? —preguntó su amiga entusiasmada.
— Dame un momento, me visto y salgo. —Briana siempre andaba por casa en pijama.

Salió con Jazmín a dar una vuelta por el parque Milenario. Allí solía ir también con sus otros amigos, los cuales ese día se encontraban de turismo por la capital.
El parque era un sitio tranquilo por el que poder pasear y respirar la brisa del mar, ya que se encontraba justo al lado.
Jazmín le hablaba durante todo el camino sobre su vida amorosa con George.
George era un hombre veinte años mayor que ella y que vivía en un pueblo vecino. Todas las noches venía a recogerla para llevársela a su casa para intimar.
Briana no entendía muy bien esa relación ya que las pocas veces que había coincidido con ese tal George, le había parecido más un padre para ella que su pareja. Y para los años que tenía aquel hombre, no tenía muchas luces.
Pero si su amiga era feliz con esa relación quién era ella para juzgar su relación.

— George me ha dicho que tiene un amigo que busca una relación seria, y le dije que me diera su número para ti. —comentó Jazmín cuando terminó su relato, pillando por sorpresa a Briana.
— ¿En serio? —Briana recibió con ilusión la noticia.
— ¡Si! Tiene veintitrés años y es de si pueblo. Por lo visto esta cansado de rollitos de una noche y quiere sentar la cabeza. —Jazmín estaba casi tan ilusionada como si amiga.
— ¿Cómo es? Y ¿Cómo se llama? —se interesó Briana.

Para Briana parecía que su vida romántica por fin iba a cambiar. Tenía esperanzas en hallar el amor y no tardó en hacerse ilusiones con ese nuevo chico.

— Se llama Albert y es un chico muy mono. Lo vi una vez y me pareció muy guapo. —sacó un papel de su bolsillo y se lo entregó a Briana.— Llamale, el sabe de tu existencia. George le habló de ti. —soltó una risilla cómplice.
— ¡Oh! ¿Le llamo ya? —los nervios empezaron a anidar en el estómago de Briana.
— Cuanto antes mejor, así podríamos salir esta noche los cuatro para que no te de tanto corte. —la animó a coger el teléfono.

Sin decir una palabra más, Briana sacó su teléfono del bolsillo del pantalón y temblorosa marcó el número, casi ilegible, del chico.
Los tonos de llamada aceleraban cada vez más su corazón. Si Jazmín no la estaba engañando, sería la primera cita que tendría en toda su vida. Estaba tan nerviosa e ilusionada que tuvo que sentarse para no desmayarse.

— ¿Si? —una voz masculina y dulce respondió a la llamada.
— ¿Albert?
—Sí, ¿eres Briana?
— Sí, ¿Cómo sabes... —la pregunta de Albert la pilló desprevenida.
— George me dijo que me llamarías. —dejó escapar una risa sorda.

Briana mantuvo una breve charla con Albert, mientras su aún presente amiga intentaba cotillear la conversación.
Tras colgar el telefono Jazmín y ella comenzaron a dar saltos y gritos de alegría. Había conseguido quedar esa noche con Albert.

— Tu no te preocupes, que yo estaré ahí para daros conversación por si te quedas cortada. —le aseguró por milésima vez Jazmín.
— Más te vale. —amenazó con tono de burla a su amiga.

Llegada la noche, Briana se encontraba sentada frente al espejo mientras Jazmin le arreglaba el pelo y la maquillaba para que estuviera reluciente en su primera cita. Durante el acicalamiento, las amigas cambiaban ideas ilusorias sobre una vida futura con Albert.
A Briana siempre le gustaba imaginar que encontraría el amor y que por fin sería la chica más feliz de la tierra.
La hora de la cita se acercaba y las dos amigas ya se encontraban esperando a los chicos bajo la luz de una solitaria farola.

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